Tras los acontecimiento narrados en el anterior tomo, El camino del guerrero, Daredevil se ha visto obligado a dejar Nueva York para ir a San Francisco, circunstancia aprovechad en los EEUU para abrir un nuevo volumen en la serie del personaje (el cuarto ya) cuyos primeros cinco números, más el especial de transición Road Warrior, Panini recopila ahora en este tomo, sexto ya desde la llegada de Mark Waid a la colección.
Aunque manteniendo el mismo equipo creativo (Mark Waid, Chris Samnee y Javier Rodriguez) ha sido un mero cambio de estatus en el personaje lo que ha permitido a Marvel remunerar la colección por enésima vez en los últimos años. Una estrategia con la que la editorial pretende emular el concepto de temporada televisiva y de paso no asustar a los posibles nuevos lectores a los que supuestamente les puede resultar mucho más fácil incorporarse en un número 5 que no es un hipotético 553. En cualquier caso, esta estrategia de marketing (que, para quien esto escribe no tiene en si nada de malo) no ha condicionado el desarrollo natural de una etapa que tras lo narrado hasta ahora, atravesaba su mejor momento. Así, con este nuevo volumen no estamos ante una ruptura si no ante una continuidad lógica de lo que hasta ahora se venia narrando.
Obligado a alejarse de Nueva York para poder seguir ejerciendo la abogacía, San Francisco se antojaba como la mejor opción posible, no en vano Matt ya vivió allí un tiempo durante su relación con la Viuda Negra. Será ahora otra mujer, Kirsten McDuffie, quien le termine de convencer de la necesidad de cambiar de costa, sobre todo dada la delicada situación de salud de Foggy Nelson. Siendo estos dos personajes, junto al propio Matt, los pilares sobre los que se esta construyendo esta etapa. El camino sin embargo no estará precisamente sembrado de rosas y no solo por el accidentado viaje que le llevara a San Francisco (narrado en Road Warrior, con el Pensador Loco y un adaptoide que quiere ser algo más, de por medio) ni siquiera por el hecho de que su identidad sea publica, lo que evidentemente complica las cosas, no, el problema estriba, al menos al principio, en que Nueva York y San Francisco son dos ciudades completamente diferentes, y aunque Matt ya había estado en la ciudad californinana, eso fue hace mucho tiempo.
En Nueva York, Matt conoce de memoria las texturas, los olores, las distancias entre los distintos edificios, es casi uno con la ciudad. Puede saltar de azotea en azotea solo guiándose por sus instintos, en San Francisco, es apenas un turista todavía, casi todo le resulta nuevo y ha de ir conociendo la ciudad poco a poco mientras que se sientan las bases de las que serán las nuevas amenazas a las que ha de enfrentarse (encabezadas por el Búho y por Mortaja, un héroe desquiciado por la perdida de su amor y que no dará precisamente la bienvenida al hombre sin miedo). Esta idea, magníficamente visualizada por el dúo Samnee-Rodriguez es la de mejores que se pueden leer en estos cinco números incluidos en el tomo. Waid consciente de que Daredevil es un héroe quintaesencialmente neoyorkino, juega con la idea de que en San Francisco es poco más que un pez fuera del agua teniendo tanto él, como sus supersentidos que adaptarse a un entorno completamente diferente.
Junto a esto, Waid ahonda en la relación de Matt con las autoridades locales, que al menos por ahora parecen más colaborativas que las neoyorkinas, avanza en su relación con Kirsten y da una solución imaginativa (que curiosamente en época de Chichester ya había usado el propio Matt para si mismo) a la situación de Foggy, para conseguir mantenerlo seguro mientras combate su enfermedad. El tono sigue siendo más aventurero y superheroico de lo que hasta la llegada de Waid era habitual en la colección y en espera de ver lo que realmente se esta construyendo en torno a Mortaja y al Búho, esta etapa sigue siendo a día de hoy de las mejores series que se producen actualmente en la antigua Casa de la Ideas y tiene todos los números para colarse en un lugar de honor entre las mejores etapas de una colección plagada de nombres y épocas ilustres. A nosotros nos toca seguir disfrutándolo.
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