lunes, 4 de noviembre de 2013

Actión Comics de Grant Morrison y Rag Morales: reiniciando un icono.

La caótica edición del Action Comics de Morrison y Morales por arte de ECC trajo consigo que resultara muy difícil disfrutar de la obra en una primera lectura. Ahora con su etapa ya finalizada y tras una más que necesaria relectura ya se puede hacer un balance de la breve pero intensa etapa del genio escoces.

Sorprende la (relativa) brevedad de la etapa del escoces en Actión Cómics: 18 números (19 si contamos el número 0) se antojan pocos para un guionista que en sus etapas en X-Men, JLA o Batman rondó o supero con creces los 40 números. Sorprende menos quizá, si tenemos en cuenta el caos total en el que se han configurado los equipos creativos del hombre de acero tras el relanzamiento que supuso New 52. Dejando de lado temas cuantitativos, lo que resulta innegable es que como siempre Morrison ha planteado su etapa a largo plazo construyendo un puzzle cuyas piezas encajan con sorprendente facilidad, y digo sorprendente habida cuenta del gusto por del guionista por los golpes de efecto que no siempre terminan de encajar del todo (ese Xorn/Magneto...). El que la etapa haya sido más breve ha facilitado sin duda que Morrison haya estado menos disperso que en otras ocasiones y que los errores de racord u omisiones hayan quedado aquí, casi en nada. A esta sensación de solidez contribuye la mano de un Rag Morales tal vez no muy brillante pero que si consigue hacer con la ayuda de Brad Walker casi todos los números, alejando un poco esa sensación de continuo vaivén gráfico que gran parte de la labor superheróica del de Glasgow ha padecido.

Independientemente de lo que nos pueda parecer New 52 como iniciativa o de la opinión que tengamos de como esta fue ejecutada lo que resulta innegable es que Morrison recibió una oportunidad de oro cuando acepto escribir Action Comics 1 y es que como bien decía el bloguero antes conocido como Lord Pengallan, Morrison tenía la oportunidad de fijar el canon por el que se movería el actual Superman no en vano sería su Krypton, su Smallville, su Clark Kent los que los demás autores tendrían que seguir cuando trabajasen con el hombre de acero, y fijar el canon de Superman no es fijar el canon de cualquiera no señor, es fijar las bases con las que el primer superhéroe de todos afrontara la segunda década del siglo XXI. Es evidente que antes o después DC volverá a retocar el origen de Superman (desde Byrne, pasando por Waid y Johns son unas cuantas veces las que la editorial ha jugado con este tema) pero mientras lo hace y no el trabajo de Morrison sera el referente en el que habrá de fijarse cualquier escriba del primer superhéroe en esta etapa actual.

A lo largo de los 19 números que componen su etapa, Morrison no deja fuera casi ningún elemento clásico: las gafas, la doble identidad, Krypton, Smallville, La Legión de Superhéroes, el Daily Planet, Lana Lang, Lois Lane, Metropolis, Jimmy Olsen, Luthor, la kryptonita...Todo esto esta presente en la historia que nos cuenta Morrison, todo esto y además el que tal vez sea el elemento más polémico de la revisión del escoces: el Superman “socialista”. Y es que en su primeros años Superman lejos de ser el defensor del estatus quo con el que hoy se asocia su imagen, era un autentico luchador por los derechos de los ciudadanos. Lo mismo se enfrentaba a un maltratador que a un empresario explotador y su relación con la autoridades dejaba mucho que desear. Morrisón retoma esa idea, con un Superman en vaqueros que aún no vuela y que desde luego no cuenta en absoluto con la confianza de unas autoridades que le persiguen como a un “perroflauta” cualquiera. Aunque este representación choca con la imagen de Superman que se ha ido instalando con los años, no es por si misma una revolución si no una vuelta a los conceptos más básicos del personaje. Donde Morrison si acomete una autentica revolución es en Clark Kent. Lejos del torpe y tímido periodista de sus inicios y aún más lejos del maduro, seguro de si mismo e intrépido reportero de los últimos años; el Clark Kent que Morrison nos muestra es un joven completamente integrado en el siglo XXI versado en el periodismo 2.0 y que al igual que su contrapartida superhéroica busca acabar con las injusticias reales del mundo.

El “nuevo” Superman que traza Morrison y su carácter salta a la vista en una conversación que mantiene con el resto de miembros de la JLA, Superman señala que hay injusticias en el mundo que van más allá de los villanos de turno y que ellos con su poder tal vez deberían hacer algo, el resto de miembros del supergrupo le advierten de las complejidades del mundo y de los riesgos de jugar a ser dioses, Superman desencantado se marcha y les conmina a que le llamen cuando llegue la próxima invasión alienígena. Esta será una de las veces en las que Morrison muestra tanto los limites como las hipocresías de unos superhéroes con poderes para cambiar el mundo pero con la única voluntad de mantener un estatus en el que están cómodos. Desde un punto de vista metalinguistico podríamos entender que el guionista de Los Invisibles habla aquí tanto de la actitud de las editoriales que no dejan evolucionar a sus muy rentables iconos pese a la sempitenta apariencia de cambio, como de los lectores que demandan cambios pero que cuando estos llegan protestan airados ante lo que ven como una tradición a las esencias.

Dejando de lado estas reflexiones a las que siempre invita el trabajo de Morrison, la etapa en su conjunto muestra la querencia del guionista por la ciencia ficción y es que a pesar de tener un Superman más “pegado al suelo” que nunca (bueno quizá no tanto como el de JMS), los viajes en el tiempo, los universos paralelos, la fuerza de las ideas (en otro episodio enormemente metalinguistico y que tal vez sea el mejor de la etapa) y la tecnología asombrosa harán acto de presencia en una etapa que se disfruta un montón pero que con todo se antoja menor ante la inmensidad y fuerza de su Batman o sus X-Men.