sábado, 13 de octubre de 2018

Historia de un hombre sin miedo especial: Kingpin corriendo con el diablo.

A mediados del año pasado tres de los principales personajes enraizados en el entorno de Daredevil (Kingpin, Elektra y Bullseye) recibieron tres series regulares que al final acabaron en miniseries de apenas 5 números. Parecía que iban a quedar inéditas en España pero al final un año después de su finalización, Panini ha decidido recuperarlas empezando por Kingpin.

Matthew Rosemberg es a día de hoy una estrella ascendente dentro del panorama marvelita, su nombre esta asociado principalmente a la franquicia mutante donde ha escrito uno de los cómics más importantes de la misma el presente año, La resurrección de Fénix, hace un año no lo era tanto, aunque ya apuntaba maneras . Su elección como guionista tenía todo el sentido del mundo al haber escrito él mismo la miniserie del personaje ambientada en Civil War II. En los lápices tenemos a dos dibujantes, pero el principal será Ben Torres que hará cuatro de los cinco números que al final compusieron la fallida serie regular. Aunque no es dibujante que se haya prodigado demasiado, al menos hasta ahora, su manejo de luces y sombras y su forma de componer la página recuerda poderosamente a Frank Miller lo que le hacen ser una excelente elección para este cómic. Miguel Sepúlveda será el otro dibujante que en este caso se hará cargo del número cuatro de la colección. Su estilo es muy diferente del de Torres, pero el color conseguirá que la cosa no moleste demasiado.

El acercamiento de Rosemberg a una figura tan compleja como la de Wilson Fisk no puede ser más inteligente, consciente que si enfoca la historia desde su punto de vista corre el riesgo de hacer que el personaje pierda fuerza, ya que en su dobles intenciones, en no saber que pretende realmente, esta gran parte de su impulso, el guionista decide enfocar la historia desde el punto de vista de un outsider. Alguien que sabe quien es Kingpin por lo que se dice de él pero que no lo conoce realmente. Para ello se vale de un personaje de nuevo cuño, Sarah Dewey, una excelente periodista caída en desgracia por su alcoholismo y atrapada en un divorcio brutal que de repente recibe un encargo que puede cambiarle la vida: Wilson Fisk le pide que escriba su biografía., en intento descarado de “lavado de cara” que enlazara perfectamente con los acaecido en Imperio Secreto y con la trama de Alcalde Fisk en Daredevil.

Pese a sus defectos Dewey es una persona ética que cree saber quien es Fisk y que no parece muy dispuesta a entrar en el juego con un Fisk que supuestamente desea dejar atrás todo lo relacionado con el crimen. Pero, por un lado su curiosidad periodística le lleva en primer lugar a querer descubrir que hay de verdad en esas intenciones de Fisk, y por otro lado va cayendo poco a poco en la magnética y arrolladora personalidad del antiguo Kingpin de Nueva York. Es en este juego psicológico donde Rosemberg demuestra una gran pericia, Dewey conduce al lector a lo largo de su investigación para mostrarnos la aparente sinceridad de Fisk, que financia clínicas medicas para ayudar a los más desfavorecidos y que parece rehuir la violencia como método de resolución de conflictos, incluso cuando Daredevil haga acto de presencia para advertir a Dewey donde se esta metiendo, desde su punto de vista (y así lo que el lector percibe) estamos ante un matón disfrazado que pretende amedrentar una periodista que solo esta haciendo su trabajo.

La brillantez de la propuesta del guionista va creciendo poco a poco a medida que van pasando los números y nos muestra ante todo la corrupción y la perdida de la inocencia de una persona, llena de defectos y problemas, pero esencialmente buena que se ve metida en un mundo que le supera, llegando un momento en el que solo tendrá dos opciones: o salirse con los enormes problemas que eso conlleva (incluso para su misma vida), o sumergirse de lleno en el con todas las consecuencias. Su decisión, vendrá a mostrar la verdadera (y monstruosa) dimensión del poder del Kingpin, su verdadero calado (a)moral. Él nunca obliga a Dewey a nada, solo le muestra un camino cuya salida cada vez se va estrechando más, pero en el que pese todo hay elección, una elección que será ella la que tenga que tomar y con la que tenga que vivir lo que le quede de vida.

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