En los últimos tiempos la figura de Miller ha estado envuelta en la polémica, ya sea por sus declaraciones, ya sea por la forma en que ha derivado su actual estilo de dibujo, la figura de unos de los autores de cómics más relevantes de la historia, ha estado rodeada de reacciones encontradas de amor/odio que por otro lado al autor parecen darle un poco igual. Solo así se entiende que lejos de amilanarse, Miller haya profundizado en su estilo de dibujo, dejando claro el mensaje , “este es quien soy ahora, y no tengo razones para cambiar”. Xerxes es, en fondo y forma una de sus obras más maduras, donde encontramos a un Miller seguro de sus habilidades y donde busca ante todo dar un discurso visual sobre la forma en la que entiende el medio y la manera en la que ha evolucionado su propio estilo.
Es inevitable, a la hora de escribir sobre Xerxes, referirse a 300, la obra con la que Miller dio un golpe encima de la mesa explorando las posibilidades visuales del medio y llevando su dibujo más lejos de lo que nunca lo había hecho hasta ese momento. Así las cosas, y partiendo de esos postulados visuales ya ensayados en 300, Miller vuelve a dar un paso adelante, radicalizado su discurso narrativo, yendo aún más lejos que nunca en su obra y rozando por momentos la abstracción, en un dibujo que sin perder nunca su fuerza y su sentido narrativo, busca más el simbolismo que la representación de la realidad. Una obra por tanto coherente como enlace con 300 y con lo que esta supuso. El color de Alex Sinclair, aunque lejos de aportar los valores narrativos que aportaba en el Lynn Varely, si entiende en todo momento lo que pretende el autor de El regreso del Señor de la Noche y sabe acompañarle a lo largo de la obra con inteligencia y elegancia.
También y al igual que sucedía en 300, Miller se muestra en Xerxes más interesado en la vertiente mítica y simbólica de la caída de Persia y el ascenso de Alejandro que no en su lado más historicista, algo que simplemente ignora cuando no lo necesita. Así de Darío I el grande pasamos a Xerxes, su “transformación” en dios y su caída traicionado por los suyos y de ahí saltamos directamente a Dario III y su guerra con Alejandro Magno. Aquí, Miller no esta tan centrado en un acontecimiento o batalla concreta si ni en mostrar el gran cuadro del enfrentamiento entre el Imperio Persa y las polis griegas a los largos de decenas de años hasta una suerte de culminación final con el triunfo de Alejandro. Es Xerxes, y no solo en este aspecto, mucho más ambiciosa de lo que en su día fue 300.
Así, como decía más arriba, lo que Xerxes viene a dejar claro, es que el estilo, supuestamente “feísta” de Miller, y tan criticado desde los defensores de la ortodoxia en el cómic, esta aquí para quedarse. Esa es la forma en la que Miller concibe ahora su arte y si eres capaz de vibrar con la fuerza que transmite su dibujo, de maravillarte con la inteligencia expositiva de su brillante narración, Xerxes en si duda un cómic que vas a disfrutar ya que es donde Miller alcanza la perfección de su estilo actual. Si por el contrario no puedes entrar en el juego visual que propone Miller, si necesitas un dibujo de acabado más convencional o “bonito”, Xerxes es un cómic al que no merece la pena que acerarse. Por mi parte solo puede añadir que difícilmente podría haberla disfrutado más.