jueves, 13 de diciembre de 2007

La trilogía del Maximortal, o por que le llaman amor cuando quieren decir odio.

Como ya he mencionado en más de una ocasión me encantan los comics que llevan el concepto del superhéroe al límite, que buscan forzar sus fronteras e ir un paso más allá, son obras que por lo general no tienen cabida en universos de ficción concebidos para perdurar ya que suponen tal vuelta de tuerca a sus conceptos que les hace difícil de encajar, pero como obras puntuales suelen ser muy interesantes.

No soy un experto en filosofía, me gusta pero reconozco que no es mi punto fuerte, quiero advertir esto como “tirita preventiva” que subsane en cierta mediada las debilidades que sin duda tendrá mi posterior reflexión, dicho esto, bajo mi punto de vista a la hora de afrontar un historia de superhéroes y de llevarla al límite, podemos encontrarnos (simplificando mucho el asunto) con dos vertientes, una primera salida de la tradición más clásica que enlazaría con las distintas mitologías de la humanidad en la que el héroe es visto como una fuerza de la naturaleza, con debilidades, defectos o esqueletos en el armario, pero en todo caso como un referente moral, más mito que ser humano, y de nuevo desde la simplificación esta sería la versión que aporta Miller en por ejemplo DK, la otra vertiente enlazaría más con la teoría del superhombre de Nietzsche y nos mostraría al “héroe” (que no es tal en este caso) como un ser de superior, no solo en poderes si no (bajo su punto de vista) también desde una perspectiva moral, una moralidad si no opuesta, si muy distinta a la de la humanidad, sería a grandes rasgos la visión de Alan Moore en por ejemplo Miracleman (o en el Dr. Manhattan de Watchmen).

Rick Veitch, autor completo de las tres obras que componen este análisis se trata de un hombre muy ligado a Alan Moore, colaborador (y posterior sucesor) en la Cosa del Pantano, la visión que Veitch nos muestra en esta trilogía esta por ello mucho más cerca del superhombre de Nietzche que no de la tradición épico-mítica con la que también pueden enlazar los superhéroes.

Aunque Norma (incompresiblemente) publicara estas obras desordenadas el orden de lectura seria el siguiente, en primer lugar tendría El Uno, publicada en plena era Reagan, en ella Veitch nos muestra la brutal carrera armamentística de la época final de la guerra fría trasladada al mundo de los superhéroes, así tenemos al superhombre ruso que en una especie de metáfora del modo de crecimiento extensivo del sistema soviético se muestra como un devorador insaciable que obtiene más fuerza a medida que más come, y por otro lado tenemos a la pareja de superhéroes americanos que de nuevo pueden ser vistos como una metáfora de la propia sociedad americana, libres, guapos, preparados, pero que esconden detrás multitud de secretos, traiciones y actitudes cuestionables y una libertad que en realidad demuestra no ser tal. Así en medio de un mundo que se encuentra al borde del abismo de la autodestrucción (de nuevo metáfora al temor de que se usaran las armas nucleares y a todo aquello de “destrucción mutua asegurada”), aparece la figura del Uno, un ser ultrapoderoso que predica la unidad y el amor (muy hippie todo ello). Se trata sin duda de la parte que mas me a gustado de la trilogía con una interesante reflexión sobre los superhéroes y sobre la sociedad misma que le convierten en un comic casi imprescindible para los fans del género, además es la única parte de la trilogía en la que he podido apreciar esa peculiar relación de amor-odio que todo el mundo dice ver en Veitch antes los superhéroes, y es que después del Uno, todo lo que vendría sería odio, un odio en ocasiones extremo,

La segunda parte de la trilogía tiene el significativo nombre de Niñatos y resulta desde todo punto de vista mucho más extrema que El Uno, atrás queda todo el rollo hippie y Veitch realiza un brutal y despiadada critica al género de los superhéroes partiendo para ello de uno de sus elementos más identificables (al menos en DC) la figura del sidekick, del acompañante, sin embargo aquí no vemos nada de legado, de herencia o de cosas parecidas, aquí solo vemos un puñado de niños en manos de un presuntos “héroes” que no dudan en maltratarlos, prostituirlos, drogarlos, abusar de ellos o incluso matarlos si es necesario para mejorar con una tragedia su popularidad, un mensaje durísimo que en cierta medida enlaza con Watchmen en el sentido de señalar que solo un sociopata se podría un disfraz y saldría a “combatir el mal”, la obra es interesante y presenta muchos matices así, podría ser vista entre cosas como una dura critica tanto a una industria dispuesta a hacer lo que sea para vender, como a unos lectores que pese a ser conscientes de la manipulación y el “humo” al que son (somos) sometidos sigue comprando una y otra vez lo mismo , si embargo no esperes encontrar aquí ni una pizca de amor o respeto por los superhéroes, más bien al contrario.

Entrando ya en la tercera y última parte de asunto toca ya hablar del Maximortal, el comic que da nombre a toda la trilogía y que se presenta aun más crítico y descarnado que el anterior (es curioso ver este “in crescendo”), la obra supone una parodia sanguinaria tanto del origen de Superman (que aquí se dedica a arrancar cabezas por aquello de al ser granjero, recolectar y tal) como tal como y sobre todo de su origen editorial, Veitch no muestra como los creadores literarios del Maximortal, son vilmente engañados y manipulado por un editor sin escrúpulos que incluso pretende hacerse pasar por el creador de la obra, una critica durísima a una industria que pone siempre a los personajes por encima de los autores; a la par que sucede esto narra como el Maximortal llega de verdad a la Tierra y se comporta como el tantas mencionado ya, superhombre de Nietzche, muy lejos de la actitud del siempre bienintencionado Superman, de nuevo el odio y solo el odio en la visión de los superhéroes es lo que trasmite esta obra.

Dicho todo esto ¿cuál es el balance global?, bueno la verdad es que se trata de tres comics muy bien escritos y narrados (el dibujo es feista pero funcional), con múltiples lecturas y que invitan a la reflexión, bajo este punto de vista me parecen tres obras de incuestionable calidad y altamente recomendables....sin embargo, no puedo por fuerza compartir la visión que de los superhéroes se dan en estas obras (sobre todo en las dos últimas) una visión plagada de odio y desprecio que evidentemente no comparto y que no creo que haga que la obra sea recomendable para un fan de DC o de Marvel de toda la vida, aunque claro a fin de cuentas se trata de grandes tebeos que debería ser lo que realmente importase.

PD: Para una visión complementaria e interesante de la que acabo de dar recomiendo la lectura de estos interesantes posts de Tebeonauta y de Alvaro Pons:

-El Uno
-Niñatos.
-El Maximortal.

14 comentarios:

Lord_Pengallan dijo...

Yo no pude terminar El Uno, así que he pasado de los 2 siguientes.
Los extremos a los que llega me parecen desagradables, potenciados por su estilo de dibujo, y El Uno me pareció demasiado panfletario y anclado en su época.
Estoy seguro de que como dices son buenos comics, pero yo no tengo estómago.

Anónimo dijo...

Creo que la comparación con el superhombre que haces al principio es un poco arriesgada: Tengo visto también comparaciones de Conan con el mismo concepto, en tanto en cuanto, hombre que no se deja regir por la moral de rebaño impuesta por la tradición, la religión o el estado. Si el sentido es este (tampoco es que tenga un conocimiento muy profundo de filosofía) no solo el DK, si no toda la obra de Miller que has venido comentando podría considerarse que parte de la idea de superhombre.

En cualquier caso, la distinción que haría yo sería más bien entre las obras que exploran la idea de superhéroes a un nivel algo más si no individual, sí a pie de calle, y las que exploran el efecto a un nivel más global.

De todas formas, creo que estos temas darían para un amplísimo debate.

fer1980 dijo...

Bueno Lord El Uno si esta muy anclado en su propia época, pero a mi no me cuesta nada abstraerme y situarlo en un determinado contexto por eso a lo mejor si me gusto.

Ri (¿Rick?, lo que planeteas es muy interesante y como dices da para mucho, no se, la verdad es que aunque si bien es cierto que bajo el punto de vista que señalas la obra de Miller se puede asociar a la teoría del superhombre aunque en un ambito menor (o más a piede calle como bien dices) que la que se muestran en las obras de Moore o de Veitch, pienso que en DK o DD, los héores siguen siendo héroes, mientras que en las obras de Moore o de Veitch son ante todo superhombres y nunca o casi nunca héroes, bajo ese prisma la obra de Miller (al menos con esos personajes) si me parece que enlaza más con la tradición clásica del héroe (aunque exacerbada) que no Moore en Miracleman o Veitch aqui.

Anónimo dijo...

Sí, yo soy Ri (no fue intencionado, es que a veces voy con prisas y no me fijo).

En caunto a lo del superhombre, después de un vistazo algo rápido en google, me da la impresión de que a lo que Nietzsche se refería solo lo sabe el propio Nietzsche.
Ahora sí, tienes toda la razón en que los cómics de Miller enlazan mucho con la tradición clásica del Superhéroe, planteándolo como los mitos de la era moderna.

Lord_Pengallan dijo...

Esta muy bien eso que dices fer, para Moore alguien poderes es un superhombre que puede actuar o no como héroe. Miller siempre habla de héroes, de hecho parece que como son héroes son superhombres y no al revés como es lo usual en el género.

fer1980 dijo...

Así lo veo yo Ricky la visión de Miller enlaza más con la del superhéroe como mito de la era moderna, no veo así la de Moore en Miracleman o la Veitch en esta trilogía.

Lord, si así lo veo yo, otro autores tienen otros matices más o menos interesantes, pero en Miller, el héroe pese a sus defectos debilidades y demás casi siempre termina siendo un héroe, en muchas ocasiones un héroe un tanto disfuncional, pero un héroe al fin y al cabo.

etrigan dijo...

Yo creo que Veitch no odia al superhéroe, de hecho procede de este tipo de cómics y comparte los mitos del género. Lo que denuncia en su trilogía es una manera de hacer cómics de superhéroes por parte de las multinacionales, de las dos majors, que ignoran los derechos de autor, explotan sin piedad a los personajes para sacar buenas tajadas económicas, meditizan la libertad del autor, insultan a la inteligencia de los lectores...
Hay que entender a Veitch como un exponente del cómic indie americano que reivindica a autor por encima de los personajes. Además de todo esto Veitch también aprovecha para diseccionar al superhombre y no al héroe como bien señalas, y plantar una metáfora sobre el papel de las superpotencias y otras cosas. No me quiero extender porque son obras muy complejas que dan para muchas lecturas.

Anónimo dijo...

*Mito-Sueño-Misterio*
*Niño-Héroe-Hombre*

-Realidad ordenada (imposición) (vencer una separación).
Héroe.
-Realidad desintegrada (caos) (reintegrar una perdida).
Héroe.

Anónimo dijo...

¿Nietzsche en DK y DD? Muy forzado me parece, aunque si recordamos alguno de los títulos de sus escritos como El ocaso de los ídolos y su máxima de 'filosofar a martillazos' algo puede hacerse.
Pero me parece mucho más 'interesante' -para que engañarme, mucho más divertido- tratar de mirar los dibujos y la narrativa DK de Frankeicito el Millernario como si volvieramos a verlos por primera vez, recordando este fragmento de El ocaso de los ídolos (que no he podido copipastear porque, incomprensiblemente, nadie facilita su adquisición fraudulenta por medios electrónicos):
"Para la psicología del artista:
Para que haya arte, para que exista un fenómeno o mirada estética, es necesaria la siguiente condición fisiológica: la embriaguez. La embriaguez debe primero levantar el nivel de excitabilidad de toda la máquina: de otro modo no se llega al arte. Para lo cual todos los tipos de embriaguez son idóneos: antes que nada, la embriaguez de la excitación sexual, la forma más antigua, originaria, de la embriaguez. Del mismo modo la embriaguez proveniente de un fuerte deseo o emoción [...] de todo movimiento extremo; la embriaguez de la crueldad; la embriaguez de la destrucción; [...] por fin la embriaguez de la voluntad, de una voluntad acumulada y gigante."
Ahora viene lo bueno:
"Lo esencial de la embriaguez es la sensación del acrecentamiento de fuerzas y plenitud. El hombre, así poseído, se entrega a las cosas, las obliga a que se apoderen de él, las violenta; a este proceso se llama IDEALIZACIÓN. HAY QUE DESHACERSE DE UN PREJUICIO: LA idealización NO CONSISTE, COMO SE CREE GENERALMENTE, en un separar y aniquilar lo que es pequeño y accesorio. LO DECISIVO ES MÁS BIEN UN GIGANTESCO CRECIMIENTO DE LOS RASGOS PRINCIPALES, DE MANERA QUE los otros DESAPARECEN." Y basta con colocar bajo una piedrita el nombre de lo que deseamos hacer desaparecer, tal como Alan Moore representa magicamente (en todo el sentido de la palabra mágico como imagen metfórica capaz de operar transformaciones reales en el mundo) -SPOILER-SPOILER-SPOILER- en Miracleman.
Lo que más me gusta del DK (además de recordar que Eisner nunca podría haberlo realizado) es la nueva relación de Batman con la calle establecida por Miller (martilleador congénito).
Si en la tradición superheroica convencional hasta entonces se nos había presentado al Batman como un maniaco inmerso en una personificación eterna del incoagulable infierno urbano de las grandes ciudades al que trataba de controlar descendiendo, muy apropiadamente, desde los edificios más representativos de una megalópolis cualquiera como son los rascacielos, los depósitos industriales o las barriadas pobres, pero casi nunca desde los barrios residenciales de casitas americanas que tanto brillan en telefilms o en teleseries del tipo Padres forzosos, en DK Batman tomaba lo degradado en lo urbano ya sin ningún tipo de enmascaramiento. Se hace con las calles, reordenando a las huestes infernales que anteriormente habria perseguido para encerrarlos en Arkham (recordemos que esa institución para el control de villanos mucho más que una cárcel era ante todo un psiquiátrico, es decir, un depósito para todo lo residual, oscuro e incontrolable de la doble caracterización del subconsciente humano y público de Gotham city).
Batman, anciano, un hombre eterno que ha traspasado el mito y atravesado el piélago del sueño se ha convertido por fin en un arquetipo. Una representación primordial dispuesta a destruir la imagen ideal, en el sentido de soñada, falsa, mentirosa, del orden establecido representado en la imagen de un extraterrestre:
Superman, un falso ídolo, héroe solar que asegura no tomar partido en el devenir de la tierra de la que, sin embargo, facilmente podría adueñarse de así desearlo. ¿Pero tiene deseos?
Quizás sin pretenderlo, su mera presencia constituye una intervención dramática en las vidas de los seres humanos a los que desea proteger. Por eso Batman debe destruirlo, porque él como símbolo de lo receptivo debe enfrentarse a lo activo. Batman oscuro, interior, siempre en contacto directo con el mundo del que es capaz de recibir cualquier impresión exterior como si verdaderamente le perteneciera ya que el sí es humano. Y Superman, azul, lejano y divino, decisivo con su sola presencia porque él es Uno de lo que una vez fue todo un planeta. Superman como héroe de una colectividad muerta, inexistente, reimplantada en la Tierra a través de una estructura decadente que se recrea la realidad desde lo más alto a lo más a bajo.
'Lo más complejo se organiza en el seno de lo menos complejo', dicen. ¿Cómo no va a acabar enfrentando el uno al Uno? Desde la calle, desde los márgenes de la sociedad, a partir de sus más mínimos componentes Batman destruirá una sociedad organizada alrededor de un falso ídolo. Falso porque Superman no es más que un modelo, una reprodución inane sujeta a convenciones exteriores que en el modelo son imitación pero que el hombre interiorizaría. Y al ser exteriores siempre serán meras reproduciones, una moral débil y mentirosa pues. Una estructura moral fantasmal que Batman, mucho más psicologicamente profundo -es decir, verdadero al ser el su propio espejo, su propio valor, su propia voluntad- debe exorcizar mediante los principios verdaderamente interiores, casi genéticos.
Sí, el individuo frente al ser. El ser Uno, por lo tanto, primero y único. Solo, como símbolo de una tradición (autoridad) en decadencia que debe ser abolida a golpes con guantes minerales.

Pues sí, parece que puede leerse desde Nietzsche. Pero eso no quiere decir que se pueda explicar. Yo creo que lo importante es asomarse, ver desde, y no decir qué significa Miller ni Nietzsche.

Anónimo dijo...

¿Y veitch? Pues también y bastante ha dicho el Tebeonauta.
Hay odio al sistema de cubículos superheroicos que asfixian la creatividad. Pero también a la tradicional representación 'teológica' de los superhéroes como ideales infantiles o neuróticos. Son tebeos contradictorios y divertidos. Yo diría inteligentes, pero solamente una vez y muy bajito.
Rescatemos alguna frase también de Nietzsche sobre el orden del mundo y las ideas:

De como el "mundo verdadero" se volvió fábula.
Historia de un error.
1. El mundo verdadero es accesible al sabio, al piadoso, al virtuoso; viven en él, son él.
(Forma más vieja de la idea, relativamente inteligente, simple, convincente. Transcipción de la frase "yo, Platón, soy la verdad")
2. El mundo verdadero, inalcanzable por ahora, es prometido al sabio, al piadoso, al virtuoso ("al pecador que hace penitencia").
(Desarrolllo de la idea: se vuelve más sutil, insidiosa, inaprensible: se vuelve hembra cristiana.)
3. El mundo verdadero, inalcanzable, indemostrable, no prometible, pero pensado como un consuelo, un deber, un imperativo.
(Fundamentalmente el viejo sol, disimulado tras niebla y escepticismo; la idea se ha vuelto sublime, pálida, nórdica, de Königsberg.)
4. El mundo verdadero, ¿es inalcanzable? De hecho, ¿resulta cada vez inalcanzable? Y por inalcanzable, desconocido. En consecuenci, no es ni siquiera consolador, salvador, imperativo: ¿cómo lo desconocido podría volverse un deber?...
(Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto de gallo del positivismo.)
5. El "mundo verdadero" se vuelve una idea inútil, no imperativa en absoluto, un lastre por lo tanto, una idea prescindible, una idea refutada; en consecuencia debemos eliminarla.
( Día claro; desayuno; retorno del bon sens y la serenidad; pudibundez de Platón; alboroto endemoniado de todos los espíritus libres.)
6. El mundo verdadero ha sido detruido por nosotros: ¿qué me queda?, ¿el aparente tal vez?... ¡En absoluto! Con el mundo verdadero hemos destruido también el aparente.
(Mediodí; momento de la sombra más corta; fin del largo error; culminación de la humanidad; INCIPIT ZARATHUSTRA.)
Se pueden cambiar palabras por superheroe, cómic, etc.
Para mí esta escalera fabuladora de Veitch es como una escalera del género superheroico que incluye a la historieta, los tebeos, los personajes, los creadores, los empresarios, los lectores, los medios de comunicación...

etrigan dijo...

IMPRESIONANTE, Anónimo. Realizas un lúcido análisis de la ¿relación? existente entre el pensamiento de Nietsche, el superhombre de los cómics y la visión de Veitch. Como he dicho más arriba, la complejidad de la trilogía de Veitch da para muchas interpretaciones, sobre todo el Maximortal,la obra más profunda y más reveladora de lo expuesto en los dos comentarios anteriores.

Niñatos es para mí el menos conseguido de las tres obras, quizá por no elevar el discurso sobre la mera crítica al sistema editorial americano en el comic book de superhéroes.

Yo considero que es una obra imprescindible para cualquier lector de superhéroes, ya que alguien que no lee este género difícilmente podrá entender lo que transmite Veitch.

fer1980 dijo...

Bueno Tebeonauta puede que tengas razón, que en Veitch no haya tanto odio a los superhéores como odio a una forma concreta de hacer comics de superhéores, en todo caso el discurso de Veitch me parece excesivo, analiza la industria, el fandom y el género, y lo hace con una dureza que aunque en algunos caso comparto (la excesiva explotacion de los mismos conceptos, la gente siempre picando con los mismo etc) en otra me parece exagerado (su visión extrema del género, el tema de los sidekicks, que si que vale que es una critica, que vale que tiene varias lecturas, pero me parece demasiado), en todo caso si es cierto que la obra es muy interesante y merece mucho la pena, ¿imprescindible?, no lo se, pero creo que si es muy recomendable pese a sus excesos.

Anonimo, muy deacuerdo en tu analisis de DK, Batman más como mito que como ser humano y Superman (tambien más mito que otra cosa) como su opuesto es una visión brutalmente icónica que DK muestra a la perfección, sobre lo de Veitch pues eso que hay más odio que amor (el cual no veo por ninguna parte).

Anónimo dijo...

De todas maneras creo que Veitch debería haber dedicado un pequeño tributo en forma de prólogo a Frederic Wertham, sin duda, principal inspirador de esta obra. Tuvo que divertirse lo suyo Veich.

[Por eso puse el enlace ese con páginas de La seducción de la inocencia. Dos entradas bien engarzadas, por cierto.]

fer1980 dijo...

Si, sobre todo en Niñatos ¿no?, la verdad es que el Wertham ese debía de ser un cachondo de cuidado.