sábado, 23 de junio de 2012

Una de crossovers: Miedo Encarnado y Cisma.

Hace ya tiempo que concluyeron pero como siempre he realizado por aquí comentarios sobre los distintos eventos de Marvel y DC, me apetece ahora escribir un poco sobre los dos últimos que hemos podido leer en España.



He de reconocer que tenía bastante interés en Miedo Encarnado, primero porque desde World War Hulk era el primer megaevento marvelita que no estaba escrito/dirigido por Brian Michael Bendis y segundo porque, al contrario que Invasión Secreta o Asedio parecía que aquí estábamos ante un crossover más netamente superheróico. Una historia de trasfondo mítico con una gran amenaza de esas inabarcables que ponían en jaque a todo el Universo Marvel sin necesidad de que los héroes se matasen entre si.

En cierta medida lo que esperaba de Miedo Encarnado era algo parecido a lo que el dúo Abbnet & Lanning llevan años ofreciendo en la vertiente cósmica marvelita: historias más grandes que la vida, llenas de sacrificios heroicos, epicidad a flor de piel con amenazas gargantuescas, casi inabarcables. En definitiva esperaba que se recuperar algo del sentido épico de los cómics de Los Vengadores de los 70 y que de paso se revindicara la esencia misma del héroe alejándolo de la mezquindad por la que su figura ha transitado los últimos años.

Supongo que eran unas expectativas demasiado elevadas para lo que Marvel como editorial y Matt Fracttion como guionista, pueden a día de hoy mostrar, y es que al final Miedo Encarnado ha quedado en casi nada teniendo como consecuencia principal poco más que una raja en el escudo de Capitán América. Y es que aún en los momentos que se presuponían más impactantes, como la muerte de un personaje central del Capi, o el destino final de Thor han sido resueltos sin grandeza, sin esa epicidad que reclamaba antes, sobre todo en caso del segundo con un final resuelto de manera bastante pobre por un por lo demás notable Stuart Immonen.

Tal vez lo peor de Miedo Encarnado estribe en que ni siquiera hace honor su titulo, en ningún momento (al menos en la serie principal) vemos como el miedo se apodera de la Tierra, como los héroes van cayendo presa del pánico para al final en un último esfuerzo conseguir salir victoriosos, no, parece que todo el plan del Dios del Miedo asdgariano consiste en conquistar el mundo de la manera más violenta posible y luego ir a por Odin. No hay sutilidad en el ataque de la Serpiente, no hay miedo más allá de la violencia sin freno lo que convierte el cómic en poco más que una sucesión de batallas en las que raramente vemos las verdaderas motivaciones de aquel que se presupone es el miedo encarnado y que termina pareciendo poco más que un bruto con muchos martillos.

En fin para quien esto escribe, y desde que se iniciara esta nueva etapa en Marvel con Vengadores Desunidos, Miedo Encarnado ha resultado ser el peor y más aburrido de todos los macroeventos marvelitas y el único del que ni siquiera se puede decir aquello tan socorrido de “deja por delante un montón de posibilidades nuevas a explorar”. Miedo Encarnado ha pasado como si nada, el Universo Marvel esta casi igual antes que después del evento. Sus consecuencias están lejos de tener la relevancia que tuvieron puntualmente Dinastía de M, Civil War, Invasión Secreta o Asedio, nada de interés ha salido de este cómic.



Todo lo contrario sucede con Cisma, donde Jason Aaron y alguno de los mejores artistas de la antigua Casa de las Ideas pergeñan un cómic que tiene todo aquello de lo que adolece Miedo Encarnado. Resulta curioso que una obra que a priori no viene a ser más que una Civil War mutante,(lo que muestra una vez más la subordinación de esta franquicia a los conceptos procedentes de Los Vengadores) resulte muy superior a esta en todos los aspectos y deje ante si un panorama muy interesante con multitud de conceptos por explorar.

Y es que aunque pueda parecer que Cisma no es más que un ahondamiento en la mezquindad de los superhéroes con un nuevo enfrentamiento entre ellos, lo cierto es que la lucha que aquí tienen Cíclope y Lobezno va mucho más allá y tiene mucho más sentido que lo que nunca lo tuvo Civil War a la postre un cosntructo artificial que permitiera ver a los héroes pegarse entre si porque “mola mucho”. Al contrario que allí, lo que en Cisma parece estar en juego es el alma misma del héroe, la noción de si todo vale por la supervivencia o de si existen frenos y limites que no se deben traspasar. En definitiva aquello que sirve para marcar la diferencia entre los héroes y los villanos.

En un contexto en el que apenas quedan 200 mutantes vivos, en el que Utopia, el faro de esperanza de toda una raza se ver bajo un monstruoso ataque frente al que apenas hay defensa ¿es licito utilizar a los niños como puntas de lanza de una defensa numantina?, ¿justifica la supervivencia de una especie siempre perseguida, cansada ya de estarlo, el que sus miembros más jóvenes se conviertan en soldados de un conflicto si aparente fin?

Estas son las preguntas que se habrán de hacer Cíclope y Lobezno y de sus diferentes respuestas saldrá un cisma de difícil solución. Un cisma ideológico en el que además (y al contrario que en Civil War), todos los personajes actuaran como se espera de ellos. Su actos y sus reacciones tendrán sentido dentro de sus actuales trayectoria “vitales”. La decisión de Cíclope será perfectamente comprensible dentro de la multitud de decisiones difíciles que se ha visto obligado a tomar desde el fin de Dinastía de M. La de Lobezno encajara a la perfección con todo lo que Aaron ha venido construyendo en la serie regular del personaje.

Como decía más arriba la resolución de Cisma deja abierto un panorama lleno de posibilidades ante si, un panorama que a mi por lo menos me resulta la mar de atractivo. Por primera vez en muchos años tengo ganas de ver lo que va a pasar con los mutantes, tengo ganas de leer el siguiente cómic. Solo por eso, al menos en mi caso, Cisma ha merecido la pena.

sábado, 9 de junio de 2012

50 años de Spiderman: 50 años de historia de un género.

Se cumplen 50 años desde el nacimiento de Spiderman, tal vez el único personaje que realmente se puede considerar un icono en Marvel y sin duda uno de los más reconocibles del cómic superhéroico. Son 50 años que además ejemplifican a la perfección la evolución del género en su vertiente más industrial.

Resulta curioso observar como Spiderman que puede ser visto hoy en día como uno de los símbolos de todo lo que va mal en el cómic de superhéroes (sobreexplotación, nula evolución, miedo al cambio...) estuvo en su sus orígenes en la antípodas de esta situación. Ya desde su mero concepto, Spiderman es revolucionario y es que dentro de la idea global de “superhéroes con superproblemas” que trajo consigo el nacimiento de Los 4 Fántasticos, Spiderman brillaba con luz propia: el compañero del héroe, el sidekick adolescente se convierte en la estrella principal, en el héroe en si mismo. Un héroe acosado por los problemas personales, alcanzando estos incluso más protagonismo que sus hazañas heroicas, una hazañas además cuestionadas tanto por prensa como por autoridades que veían en Spiderman más un problema que una solución.

Todo ello, decía antes hacía de Spiderman un personaje realmente revolucionario a lo que se sumaba el echo de que el trepamuros crecía a medida que lo hacían sus lectores. Dejaba el instituto, iba a la universidad, se graduaba, se independizaba, se casaba... Durante esos años se seguían desmantelando pilares claves del género, es decir el personaje continuaba siendo revolucionario. Así por ejemplo, con la muerte de Gwen Stacy (uno de los tebeos más importantes históricamente hablando del cómic de superhéroes) se da carpetazo, en gran medida, al concepto de “novia eterna” inaugurado con la Lois Lane de Superman. Con la irregularidad propia de más de 20 años de historias mensuales diseminadas en varias colecciones, lo que parece innegable es que el periodo que va desde el nacimiento del arácnido en los 60 a su boda con Mary Jane en lo 80 es una época cargada de evolución, de ganas de hacer crecer. Parecía no haber limites, aunque claro los había y en cierto sentido tenían lógica.

Spiderman se había convertido en un icono, el símbolo más relevante de un poderoso imperio de entretenimiento, sus aventuras debían continuar y no lo podían hacer con un personaje treintañero, padre de familia (lo que hubiera sido el siguiente paso en la evolución del personaje, cosa que llego a suceder...de esa manera) y por tanto, al parecer de Marvel al menos, aburrido. En gran medida todo lo que ha pasado desde la boda hasta nuestros días se explica en función de esto. El personaje había crecido, había llegado todo lo lejos que podía llegar si se quería seguir adelante con sus aventuras sin final aparente en el horizonte, llegaba la hora de frenar y de, si era posible, dar marcha atrás.

Desde su matrimonio las aventuras de Spiderman han buscado recrear al tardo-adolescente con problemas económicos y soltero (sobre todo soltero) que desde la editorial se entendía como la clave para poder trabajar con el personaje. Así se explica en gran medida la larguísima Saga del Clon de los 90 (que en el fondo no es otra cosa que una enrevesada y fallida forma de volver al Spiderman de los 70...sin su evolución claro). Así se explica la infame etapa de Byrne/Mackie y así se explica también el mefistazo.

Por el camino hay excepciones claro, como las divertidas pero intrascendentes historias de Micheline/McFarlane/Larsen de principios de los 90, o sobre todo la etapa de JMS que intento de manera limitada volver a esa evolución, asumiendo que Spiderman estaba casado con todo lo que ello conlleva. Tal vez la etapa de JMS, con el desenmascaramiento de Civil War, la “muerte” de la Tia May, la solidez del matrimonio con Mary Jane... fue la última oportunidad para llevar más lejos a un personaje que por otra parte tal vez no debería ir más lejos, al menos no tal y como se concibe desde Marvel.

En cualquier caso parece ser (lo desconozco ya que no he vuelto a leer un cómic del personaje desde One More Day) que ahora Spiderman ha encontrado un cierto equilibrio a través de una serie de una serie de historia que si bien no le van permitir evolucionar y crecer, si al menos son buenos cómics de superhéroes que de cuya lectura se disfruta. Poco más se le puede pedir todo un icono que en vísperas del estreno de una nueva y prometedora película parece atravesar un momento dulce. Es posible que Spiderman nunca más vaya a crecer, pero sin duda sigue siendo un magnifico personaje sobre el que aún se podrán escribir grandes historias.....por lo menos durante otros 50 años.